Durante los meses de gestación, el bebé depende totalmente del organismo de su madre para poder obtener la energía y los nutrientes necesarios para su crecimiento y maduración. De hecho, esta situación sigue igual después del nacimiento y, a lo largo de las primeras semanas de vida, su alimentación será la principal preocupación de toda la familia.
Su sistema inmunológico está en desarrollo y alguno de sus órganos no están completamente maduros, así que cualquier carencia puede comportar graves, e incluso irreversibles, retrasos en su crecimiento. En este sentido, algunas madres optan por la lactancia materna, la más aconsejada para la salud de ambos, y otras por la alimentación artificial.
Creciendo Sanos
Durante los 12 primeros meses de vida, un bebé triplica su peso y su estatura aumenta en un 50 por ciento.
Estos incrementos en peso y estatura son los principales índices utilizados para la evaluación de su estado nutricional y se miden a intervalos regulares, comparándolos con curvas de crecimiento estándar. Estas mediciones son herramientas importantes a la hora de evaluar el progreso del niño, especialmente entre los 6 y los 12 meses de vida.
La lactancia materna, según las necesidades del niño, sigue siendo la mejor manera para alimentar a un bebé sano y que haya nacido a término.
La leche humana satisface todas las necesidades nutricionales para el crecimiento y el desarrollo del bebé. Además, los 4-6 primeros meses de vida son un periodo de crecimiento rápido, especialmente para el cerebro, y como la leche materna contiene aminoácidos y ácido graso resulta ideal para satisfacer dichas necesidades.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando el pediatra nos aconseja comenzar con la introducción de alimentos? Sobre los 6 meses, la mayoría de los doctores recomiendan comenzar a darle al niño pequeñas porciones de alimentos en forma de puré (aunque hoy en día también se practica el BLW, o Baby Led Weaning, donde el bebé prueba directamente trozos de una manera autoregulada). Poco a poco, el bebé comenzará a incorporar sabores y texturas, pero sobre todo nutrientes que ayudarán a su desarrollo integral.
Un niño con buena alimentación tiene menos posibilidades de sufrir: trastornos nutricionales, anemia, sobrepeso, obesidad, caries dental y problemas de aprendizaje escolar, contribuyendo a contribuye a la prevención de ciertas patologías en la edad adulta como son las enfermedades cardiovasculares, diabetes y algunos tipos de cáncer.
Los niños se encuentran en un periodo de crecimiento importante por lo cual su cuerpo tiene necesidades muy elevadas de energía y nutrientes. Cada grupo de alimentos tiene funciones específicas y esenciales, por esto es importante fomentar que nuestros hijos mantengan una alimentación variada.
Una alimentación variada y saludable, siempre va de la mano de la actividad física. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los niños realicen 1 hora diaria de algún tipo de actividad recreativa ya sea andar en bicicleta, jugar en el parque, patinar, natación, baile o fútbol. Evite el sedentarismo en sus hijos y motívelos a que realicen deporte de forma divertida en lugar de pasar frente alguna pantalla toda la tarde.